Celebración de Nuestra Señora de Guadalupe: Carisma de Santa Marta en México

Ayer, la Iglesia celebró con alegría la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, una fecha profundamente significativa para el pueblo de Dios y muy especial para la misión que las Religiosas de Santa Marta desarrollan en México, en la Delegación para América Latina.

Actualmente, la comunidad religiosa en México está conformada por Sor María del Pilar Orellana, Superiora de la comunidad, Sor Verónica Coronado y Sor Paola Ibarra, quienes viven y encarnan el carisma de Santa Marta en la Parroquia de los Santos Reyes, en la ciudad de Tizimín.

La presencia de las Religiosas de Santa Marta en México se remonta al 19 de marzo de 2007. Desde entonces, respondiendo a las llamadas del Señor, la comunidad se ha integrado activamente a la vida parroquial, teniendo como misión principal la visita y acompañamiento pastoral de los “pueblos” que pertenecen a la Parroquia Los Tres Reyes: San Miguel, Dzonot-Box, X-Maculan, Dzonot-Tigre, Dzonot-Aké, Yaxchekú, X-Bojom, X-Panbiha y Kikil.

Fieles a las invitaciones de nuestro Padre Fundador, el Beato Tomás Reggio, las religiosas colaboran con la misión de la Iglesia, acompañando a las comunidades para que nuestros hermanos y hermanas crezcan en la vida de fe, acogida y el servicio.

¿Por qué celebramos a Nuestra Señora de Guadalupe?

La devoción a Nuestra Señora de Guadalupe tiene su origen en el año 1531, cuando la Santísima Madre se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego, pidiéndole que se construyera una iglesia en su honor. En la última aparición, el 12 de diciembre de 1531, la Virgen colocó un arreglo de rosas en la tilma de San Juan Diego, quien las llevó ante el obispo. Al abrir su manto, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe apareció milagrosamente impresa en la tilma.

Por esta razón, la Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe cada 12 de diciembre, precedida por la conmemoración de San Juan Diego el 9 de diciembre, quien fue canonizado en el año 2002 por el Papa San Juan Pablo II.

Que el testimonio de fe y servicio de nuestras hermanas en México, bajo la protección maternal de Nuestra Señora de Guadalupe, siga siendo signo de esperanza y anuncio del Evangelio para todos.