
Evangelio del Día
Jueves, 28 De Agosto
Jueves de la 21a semana del Tiempo Ordinario
First Reading
Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,7-13.
Por eso, hermanos, a pesar de las angustias y contrariedades, nos sentimos reconfortados por ustedes, al comprobar su fe. Sí, ahora volvemos a vivir, sabiendo que ustedes permanecen firmes en el Señor. ¿Cómo podremos dar gracias a Dios por ustedes, por todo el gozo que nos hacen sentir en la presencia de nuestro Dios? Día y noche, le pedimos con insistencia que podamos verlos de nuevo personalmente, para completar lo que todavía falta a su fe. Que el mismo Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, nos allanen el camino para ir allí. Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos.
Psalm
Salmo 90(89),3-4.12-13.14.17.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores.
Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros
la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos.
Gospel
Evangelio según San Mateo 24,42-51.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará', y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Commentary
¡Aumentemos nuestro ardor en la espera de la vida eterna!
Un día, todos los monjes se reunieron en torno a Antonio para escuchar su palabra. Con la firmeza de un profeta, así les dijo, en lengua copta: "Las santas Escrituras bastan para nuestra instrucción. Sin embargo, es bueno para nosotros alentarnos unos a otros en la fe y conversar para estimularnos. Como hijos, traigan a su padre lo que sepan y díganselo, tal como yo, siendo el más anciano, comparto con ustedes mi conocimiento y experiencia. Para comenzar, esforcémonos por tener todos el mismo celo, no renunciar a lo que hemos comenzado, no perder el ánimo. No digamos "Hemos pasado demasiado tiempo en esta vida ascética". No, comenzando de nuevo cada día, como si recién empezáramos, aumentemos nuestro ardor. Toda la vida del hombre es muy breve comparada con los siglos a venir, todo nuestro tiempo presente es nada comparado con la vida eterna. En el mundo, todo se vende o se cambia según su valor por algo equivalente en precio, pero la promesa de la vida eterna puede adquirirse con muy poco. (…) Aunque nuestro combate es en la tierra, no recibiremos nuestra herencia en la tierra, lo que se nos ha prometido lo recibiremos en el cielo. Cuando dejemos nuestro cuerpo corruptible, lo recibiremos incorruptible (1 Co 15,42). Así, queridos hijos, no nos desanimemos ni pensemos que es largo el tiempo o que ya hemos hecho demasiado. Los sufrimientos de la vida presente no pueden compararse con la gloria que nos será revelada (Rm 8,18). (…) Por eso, hijos míos, perseveremos firmes en la ascesis, no nos desalentemos, huyamos de la acedia. Tenemos siempre al Señor que nos ayuda, según enseña la Escritura: "Dios dispone de todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rm 8,28).
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