Días de la alegría: Recordando la beatificación de nuestro Fundador

En el año 2000 como Congregación de las Religiosas de Santa Marta vivimos verdaderos “días de alegría”, cuando religiosas, laicos y comunidades educativas de todo el mundo nos reunimos para celebrar la beatificación de nuestro amado Fundador, el Beato Tomás Reggio. Uno de los momentos más significativos fue la Vigilia en San Juan de Letrán, donde resonaron las palabras de Madre Antonia Dei en su saludo de bienvenida, invitándonos a contemplar la vida y el legado de nuestro Padre Fundador.

“Lo que emerge de su testimonio es la figura de un pastor que supo caminar con rapidez frente a los desafíos, dramas y riquezas de su tiempo, con una fe sólida y una esperanza viva. Nosotras, sus hijas, hemos recibido la tarea de ser presencias sencillas pero significativas en medio de los dramas cotidianos del mundo actual, compartiendo el amor de Dios en cada servicio y misión confiada.

Monseñor Reggio fue reconocido por su fe valiente, su caridad activa y su compromiso incansable en la defensa y difusión de la Palabra de Dios como camino de felicidad para la humanidad. El Papa al declararlo beato nos lo presentó como modelo de vida cristiana y de vocación al servicio, llamándonos a construir esa “civilización del amor” tan querida por San Pablo VI.

Su vida estuvo marcada por una oración vital y fecunda, siempre unida a una entrega generosa, libre de búsquedas de reconocimiento personal, y caracterizada por la sencillez, la humildad y la firmeza en sus convicciones. Supo hablar a los grandes y a los pequeños, a los pobres y necesitados, ofreciendo siempre el amor de Dios a todos.

A nosotras, sus hijas, nos confió la misión de estar atentas a los signos de los tiempos, siendo presencia de Dios en medio del mundo y respuesta concreta a las urgencias de los más frágiles. Así prolongamos en el tiempo la misión que él soñó: una vida entregada al servicio y abierta a toda la humanidad.

Hoy, al recordar aquellos días de alegría, renovamos nuestro compromiso de permanecer fieles al Evangelio, al Papa y al Magisterio de la Iglesia. Pedimos la gracia de construir “oasis de bondad” en nuestro tiempo, como Betania, lugar de encuentro y acogida, poniendo siempre a Dios en primer lugar”.

Como nos enseñó nuestro Fundador:
“¡Solo Dios, solo Dios es suficiente!”.

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