Religiosa de Santa Marta con más de 30 años de misión en Brasil fue distinguida como ciudadana honoraria de Ibiporã.
Conversamos con Sor Marcela sobre su vocación y la misión de las religiosas de Santa Marta en Ibiporã – Brasil,
Sor Marcela ¿De dónde nace su vocación a la vida consagrada?
“Soy de Vallenar, Chile. Estudie en la Escuela Nº 5 hasta octavo básico y mis papás insistieron en que estudiáramos, mi hermana y yo, en el Liceo Santa Marta de Vallenar en la enseñanza media.
Yo quería seguir el ejemplo de mis papás y formar una familia. Al ver a las monjitas cruzaba la calle, ya que quedaba algo en mi corazón, no sabía que. Yo no estaba bautizada, requisito que en ese entonces no podía ingresar a Santa Marta. Me bauticé y recibí la Eucaristía a las 16 años.
Esa inquietud que sentía al ver a las religiosas fue creciendo y en tercero y cuarto medio Dios preparó un momento de enfermedad, un mes en cama, y ahí tuve tiempo para pensar y responder. Después de eso conversé con Sor Estefanía y Sor Lucía, a lo que empecé a ayudarlas en quehaceres, hasta que escribí mi petición para ingresar a la Congregación en 1984.
Sólo agradezco a Dios y la Congregación por abrirme las puertas en la vida religiosa y en la educación de la fe. De hecho, el sacramento de la Confirmación lo recibí ya estando en el noviciado”.
¿Cómo nace su vocación misionera?
Ya en la vida religiosa “En el 1992 fui destinada a Brasil, siempre soñé con la misión, mi sueño era África.
Todo esto de la misión nace al ver una película que se llamaba “Raíces”, ahí veía un sufrimiento muy grande con la esclavitud. Esto de ir a la misión nació desde la infancia y sentía, y siento, que es salvar vidas.
Salvar a los otros no es ir a sacarlos de la esclavitud explícitamente. Hoy tenemos otras esclavitudes que nos permiten liberar a los jóvenes del consumismo, de las drogas, de la violencia, entre otras cosas que viven.
Una vez vi a un joven morir apedreado por otros muchachos a causa de las drogas y un poco de dinero. Eso es una esclavitud tremenda. Como también lo es el hambre, hay abuelitos que a los 90 años pide para comer, porque no tienen.
Todos eso, que nace desde un sueño de salvar esclavos, hoy existe y quienes lo sufren necesitan de alguien que los reciba y los quiera. Al estar cerca de ellos puedes aliviarlos y liberarles de la esclavitud con el Señor. Él es el único que nos puede liberar con su mensaje de amor, paz y alegría.
Dios quiere que seamos alguien que escucha con atención y con amor, ser medicina para ellos sólo por ser escuchados”.
¿Cómo es su trabajo en Ibiporã?
“Por 23 años trabajé en la Escuela de Santa Marta aquí en Ibiporã. Y después fui destinada al apostolado de la Parroquia San Rafael para coordinar la catequesis.
Hoy, en la parroquia, tenemos la sede central, 7 capillas, de las cuales 3 son rurales. Ahí trabajamos con adultos, jóvenes, niños y familias. Tenemos cerca de 200 catequizandos, grupo de acólitos, apostolado de oración, preparación de los sacramentos y de las celebraciones litúrgicas”.
¿Cómo nace la distinción de ciudadana honorable?
“Los concejales de la ciudad dan un título de “Ciudadano Honorario” a una persona que no nació aquí, y que llega a entregar un trabajo en beneficio de la ciudad.
Ahí se proponen personas que están al servicio de la ciudad, esto se lleva a una sesión en la cámara y debe tener una unanimidad en los votos por parte del concejo.
Hubo un concejal que llevó mi nombre a la sesión y fui elegida”.
Cuéntenos sobre la presencia de las Religiosas de Santa Marta en Ibiporã (Escuela y Parroquia)
“Muchos de los jóvenes que se formaron en la Escuela de Santa Marta hoy están involucrados en la vida social de la ciudad. En Ibiporã, Santa Marta tiene muchos ex alumnos, ahora donde vamos son ellos los que nos atienden y nos enseñan.
La comunidad Santa Marta realiza mucho bien en la ciudad, de hecho cuando llegaron las religiosas, su primer apostolado fue en el hospital y ahí se hizo un gran aporte.
Las religiosas han donado su vida para hacer el bien de los otros en esta ciudad.
Para muchos jóvenes, la Parroquia es un espacio de encuentro con Dios, muchos de ellos piden estar ahí para salir de las drogas, de la violencia o del abandono familiar, y el carisma de Santa Marta les da un familia. La Escuela entrega un lugar de educación de calidad con los valores de nuestro carisma.
La Congregación de las Religiosas de Santa Marta llegaron a Ibiporã en 1986 con servicio pastoral en un hospital y en la catequesis de otra parroquia”.
Sobre el llamado a la vida consagrada ¿Qué mensaje le entregaría a las jóvenes que tienen alguna inquietud vocacional?
“Las invitaría a no tener miedo. La vida consagrada es decir un sí teniendo la certeza que hay un Dios que nos espera.
Entregar la vida es abandonarse a la voluntad de Dios. Eso es el centro para vivir la aventura que Él te quiera poner en el camino.
Vivir los votos (Castidad, Obediencia y Pobreza) en la consagración se descubren algunas cosas como:
Al vivir en castidad, no eliges a quien amar, sólo debes hacerlo. Tienes que amar a todos los que tocan nuestra puerta, debemos abrazar el mundo con el corazón. Dios dispone a quienes debes amar y la elección no es propia.
La pobreza es renunciar confiar que Dios provee de todo lo que se necesita para amar. Desapegar el corazón de lo que uno quiere tener, y así, Él coloque lo que uno necesita para caminar y seguir sirviendo a las personas en su nombre.
Todo esto vale la pena, debemos cultivar la convicción que Cristo viven en cada uno de nosotros. Y con eso no necesita más”.